viernes, 5 de enero de 2007

Una historia exagerada de mi exagerada travesía


Decadente Locura

Con una canción, me transformé en niño, en mi nave del espacio, hablando con mis robots, jugando con mil amigos, cada uno producto de una idea, cada uno producto de una deuda, siempre niños-robots supersónicos, amigos que nadie pudo jamás entender. Al cielo viajaba a diario, el infierno era precario, mis ojos aún brillaban, por las lagrimas que en ellos habitaban, pero mis amigos siempre estuvieron ahí para ayudarme, esos amigos que yo mismo inventaba, siempre me tendían una mano. Crítico, escuche una vez a mi padre, que era mi estado, era yo un loco desquiciado, era adentrado. Era feliz hasta ese momento, luego aprendí a pensar, luego aprendí a escribir y más tarde aprendería a hablar, pero nada de lo anterior me haría cambiar, puesto que de afuera nadie me iba a ayudar. En mi mente comencé a trabajar, en todo un hombre forjar, para salir a respirar. Mientras más me pulía, más me dolía. Cuando llegué a saber mi nombre, me di cuenta de que lo había perdido todo, mis amigos mi familia, mi retorno. Tomé un arma jalé el gatillo, volaron pensamientos por todos lados que impregnaron la sala hasta el fin de los tiempos no pudiendo ser borrados jamás.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me cuesta creer tal ensimismado hito. Mi imágen demaciado cubierta para algunos, lo que me importa. Las aliñadas gotas que calleron de mi frente, untaron mi cabello y lo dejaron en su estado vegetal (reflejando mi pasantía espiritual); aplastada me sentía. Que pena; tu solo puedes ver un redondo rostro con una imaginada e ilustre sonrisa, sentada sobre el asiento de copiloto. Aquel día decidí llevar mi "paltó" verde patito... ()